La situación en Ucrania: un análisis geopolítico
En noviembre de 2004 se produjo la revolución naranja en Ucrania que, por medio de una serie de huelgas, manifestaciones, acampadas, etc., provocó la caída del gobierno de aquel entonces y la formación de uno nuevo afín a los intereses occidentales. Dicha revolución se inscribió en un contexto de agitación a principios del s. XXI en los países de la órbita ex-soviética: revoluciones en Georgia, Kirguistán, intentos en Bielorrusia, Moldavia, etc. En la misma época, pero en lugares como Yugoslavia o el Líbano, también se produjeron procesos similares con la formación de gobiernos próximos a los intereses de EEUU y de la UE, además de intentos desestabilizadores que no tuvieron éxito en países como Irán o Birmania.
La mayor parte de estas iniciativas desestabilizadoras obedecen a las presiones que la propia estructura de poder internacional ejerce sobre los países. En todos o casi todos los casos ha sido decisiva la colaboración y apoyo prestado por el Departamento de Estado de EEUU a las fuerzas opositoras para la subversión del orden establecido en dichos países, lo que forma parte de una táctica puesta en práctica tras el final de la guerra fría que consiste en la manipulación ideológica e informativa de sectores descontentos de la población. Con la proyección mediática que alcanzan este tipo de protestas a nivel internacional se crea una opinión pública favorable a las presiones exteriores, y de esta manera se facilita el derrocamiento del gobierno. Así es como determinadas potencias no sólo cometen injerencias sino que violan la soberanía de otros Estados para reconducirlos políticamente según sus intereses.[1]
La maniobra subversiva puesta en marcha en Ucrania durante 2014 responde a un patrón muy similar al de los procesos antes señalados, y especialmente a los que tuvieron lugar 10 años antes en este mismo país, pero con la particularidad de que en esta ocasión se ha desatado una mayor violencia que en aquel entonces. Asimismo, es importante destacar que todos estos procesos tuvieron como referente intelectual en su ejecución la obra de Gene Sharp, de amplia difusión en el seno del propio Departamento de Estado,[2] que ha servido como manual para dar golpes de Estado “suaves” contra gobiernos no alineados con Occidente.[3]
Por otro lado es necesario señalar que Ucrania es motivo de disputa entre Occidente y Rusia por el lugar en el que se encuentra, y más específicamente por la posición geográfica que EEUU ocupa en el mundo al proveerle una imagen geopolítica en base a la que articula su política exterior, lo que convierte el territorio que abarca Ucrania en un espacio de vital importancia estratégica para esta potencia.
Así pues, es necesario clarificar esa visión geopolítica que EEUU tiene del mundo para comprender el papel que Ucrania juega en su política exterior. En lo que a esto respecta EEUU es deudor del pensamiento e ideas del geopolítico y geógrafo británico Halford J. Mackinder, quien en su conferencia pronunciada ante la Real Sociedad Geográfica de Londres el 25 de enero de 1904, y titulada El pivote geográfico de la historia, describe el heartland de la gran isla mundial euroasiática, la zona comprendida entre el Volga y el Yangtsé y entre el Himalaya y el Ártico, como un espacio estratégicamente ubicado debido a su inaccesibilidad desde el mar, la imposibilidad de invadirlo completamente y sus ingentes recursos continentales cuyo control significaría el dominio mundial.[4] Todo esto le llevaría a afirmar ya en 1919 que “quien gobierne Europa del Este dominará el heartland; quien gobierne el heartland dominará la Isla-Mundial; quien gobierne la Isla-Mundial dominará el mundo”,[5] lo que pone de manifiesto la importancia geopolítica y estratégica de los países que se encuentran entre el Mar Báltico y el Mar Negro, como es el caso de Ucrania, y consecuentemente la necesidad de impedir cualquier unidad política del continente euroasiático.
La política exterior de EEUU es deudora de los planteamientos de Mackinder en la medida en que la obra de Nicholas Spykman, quien asumió y desarrolló de forma crítica las ideas fundamentales del pensamiento geopolítico del geógrafo británico, constituye su piedra angular.[6] De este modo, y a diferencia de Mackinder, para Spykman el poder mundial no depende de quién controle de forma directa el heartland sino de quien sea capaz de cercarlo. Esto es lo que dio origen a la política de contención de Rusia dentro del heartland a través del rimland, o anillo de tierras que bordea el heartland.[7] Por esta razón durante la guerra fría Europa occidental fue concebida como una cabeza de puente para la contención de la potencia euroasiática soviética, al igual que Turquía, Irán, Corea, Japón, Taiwán, etc., desempeñaron esta misma función estratégica. Con el fin de la guerra fría y el desmoronamiento de la URSS la cabeza de puente occidental aumentó hacia el Este en la misma proporción que las fronteras rusas retrocedieron. De esta manera la península europea sirvió no sólo para cercar a Rusia dentro del heartland sino para contenerla y aislarla del resto de Europa, pero sobre todo como trampolín desde el que tener acceso a Asia central. Por esta razón Ucrania cobra una importancia crucial en el contexto de esta estrategia de contención dado que se ubica en una región limítrofe con el heartland y en una posición dominante sobre el Mar Negro.
Pero más recientemente Zbigniew Brzezinski fue quien puso de relieve la importancia de Ucrania para la política internacional estadounidense de cara a impedir un renacer imperial de Rusia.[8] El control de Ucrania significa al mismo tiempo el control de más de 50 millones de habitantes, de importantes recursos y del acceso al Mar Negro. Por este motivo Ucrania es concebida por Brzezinski como un pivote geopolítico de Occidente para la proyección de su influencia sobre Asia Central. De aquí se deriva el especial interés de Occidente en apoyar un Estado ucraniano independiente y autónomo respecto a la influencia de su vecino ruso, y por ello partidarios de una identidad claramente diferenciada que en la práctica ha servido para alentar el enfrentamiento étnico y el sentimiento antirruso.
El apoyo externo a la preservación de la integridad territorial e independencia de Ucrania tiene una intencionalidad geopolítica muy clara, y no es otra que la de mantener a Rusia distanciada de Europa y convertirla en una entidad más “asiática”.[9] Unido a lo anterior hay que añadir que Rusia históricamente ha ejercido un control sobre el Mar Negro gracias a su base naval ubicada en la península de Crimea, y más concretamente en Sebastopol. Durante el proceso de desintegración de la URSS la pérdida de Ucrania fue la más problemática para Rusia, pues la aparición de un Estado independiente en esta región significó un varapalo geopolítico que supuso un retroceso drástico de sus fronteras occidentales, sin olvidar el estado de confusión que ello acarreó tanto a la hora de reformular su política exterior como para definir la naturaleza de su identidad política y étnica.
Por otra parte la importancia de Ucrania viene dada también por ser una zona de tránsito de gasoductos y oleoductos que se distribuyen por toda Europa. Esto, a su vez, está vinculado a la aspiración alemana encarnada por Mitteleuropa, que no sería otra cosa que el proyecto político para la consecución de la hegemonía alemana en el continente europeo. Esta tendencia se ha manifestado históricamente en un sentido de agresión y colonización del Este de Europa, y particularmente de Ucrania, que expresa las ambiciones imperialistas alemanas que a día de hoy han quedado subsumidas en la extensión de la UE, la OTAN y la hegemonía mundial de los EEUU.[10]
Una vez explicados los condicionantes históricos, geoestratégicos y geopolíticos que caracterizan a Ucrania se hace más comprensible que después de que el gobierno ucraniano de Yanukovich rechazara firmar un acuerdo comercial con la UE se iniciara el proceso desestabilizador, lo que finalmente tuvo como consecuencia la formación de un nuevo gobierno compuesto por miembros de la oposición que, en su mayoría, eran favorables al ingreso de Ucrania en la UE y en la OTAN. A lo anterior se suma la circunstancia de que Ucrania se encuentra fuertemente endeudada, y que ello ha desencadenado una serie de reformas económicas que han repercutido negativamente en la población y generado un elevado grado de descontento. Esto explica que un contexto social y económico marcado por el empobrecimiento y una conflictividad latente fuese aprovechado para detonar un proceso político desestabilizador. Después del derrocamiento del gobierno anterior y con un ejecutivo prooccidental es cuando el FMI se ofreció a Ucrania para prestarle 35.000 millones de dólares para pagar sus deudas.
Nos encontramos ante una Ucrania dividida que no deja de ser el reflejo de la lucha de poder entre las potencias occidentales y Rusia, lo que posiblemente lleve a una división permanente del país en el caso de que no sea posible alcanzar un entendimiento tanto entre Ucrania y Rusia como entre los propios ucranianos. Por el momento el nacionalismo, tanto antirruso como ruso, ha sido azuzado por los políticos locales organizados en grupos de poder apoyados tanto por Rusia como por Occidente, lo que ha servido para prolongar durante años la guerra latente que hay entre el Este y el Oeste de Ucrania, su fragmentación territorial con la formación de repúblicas secesionistas, y la anexión rusa de Crimea. Dadas estas circunstancias, y que la fractura geográfica y política del país es un hecho, y que la presencia rusa, de manera más o menos encubierta, es irremediable mientras no se llegue a una resolución del conflicto, el enquistamiento de una situación de violencia latente que puede escalar de un modo incontrolado en el futuro va a seguir presente. A la vista están las protestas que se desarrollaron en la península de Crimea, compuesta mayoritariamente por población rusa, así como todas aquellas manifestaciones que tuvieron lugar en Kiev y en regiones occidentales del país.
Por otra parte no puede ser ignorado el hecho de que la intervención militar de Rusia es en gran medida inevitable debido a que considera Ucrania parte de su patio trasero, y consecuentemente parte de su propio esfera de influencia en Europa oriental. Esto fue muy claro a partir del momento en el que desplegó sus tropas terrestres sobre Crimea, y tomó el control de lugares estratégicos como las inmediaciones del parlamento local, el aeropuerto, etc., al mismo tiempo que movilizó 150.000 soldados en su frontera con Ucrania, incrementó las patrullas aéreas en la zona, y Putin solicitó autorización de la Duma rusa para intervenir militarmente en Ucrania.
Ucrania es económicamente dependiente de Rusia, su principal socio comercial y sostenedor financiero. Al mismo tiempo la mayor parte de las industrias y recursos naturales del país se concentran en las regiones próximas a Rusia que, a su vez, están pobladas mayoritariamente por rusos. En caso de que la situación en el país camine hacia una mayor agitación no sería descabellado pensar que Rusia pudiera tomar alguna iniciativa similar a la que puso en práctica con Georgia, y proceda a la ocupación de todo el Este de Ucrania. Una situación para la que los países occidentales, ni tan siquiera la OTAN, están preparados y para la que no tienen planes de actuación de ningún tipo. En cualquier caso, el nombramiento de Volodymyr Zelensky como nuevo presidente de Ucrania, quien manifiesta una actitud más proclive al entendimiento con Rusia, impida, al menos a nivel inmediato, un empeoramiento de la situación en la región.
Por otra parte no hay que perder la perspectiva general de la evolución de los acontecimientos en este país durante los últimos años. Con esto nos referimos a cómo en 2014 fue llevada a cabo una desinformación masiva por diferentes potencias occidentales, tanto dentro como sobre todo fuera de Ucrania, para violentar la soberanía y legalidad de un país con el propósito de poner a su cabeza a un gobierno marioneta como el de Yanukovich lo era para Rusia. Todo ello viene a demostrar una vez más que Ucrania parece destinada a ser el campo de batalla geopolítico de las potencias occidentales y de Rusia, en el que la población será carne de cañón para, por medio del nacionalismo, servir a los intereses de estos bloques de poder internacional. Nada parece prever por ahora un despertar popular que ponga fin a la opresión que hoy padecen los ucranianos, sino que por el contrario parecen cobrar vida propia todos los fantasmas que en el pasado, bajo formas no muy diferentes, dejaron un sangriento legado de muerte, tragedia y destrucción.
Notas:
[1] Vidal, Esteban, Hacia una Nueva Edad Media Global. Maquiavelo y maquiavelismo en la Globalización, Novum Publishing, Unión Europea, 2011, pp. 46-49
[2] Sharp, Gene, De la dictadura a la democracia. Un sistema conceptual para la liberación, Institución Albert Einstein, Boston, 2003
[3] Resulta bastante esclarecedor el visionado del documental Estados Unidos: a la conquista del Este producido por Canal + y Télé-Québec donde se puede comprobar el dirigismo ejercido por EEUU sobre los líderes de las revoluciones de color, y consecuentemente el intervencionismo de esta potencia en los asuntos internos de otros países, y especialmente la importancia que, a modo de hoja de ruta, ha tenido la obra de Gene Sharp para llevar a cabo estas revoluciones. http://www.youtube.com/watch?v=uqPQGVBBYlc Consultado el 26 de febrero de 2014
[4] Mackinder, Halford J., “The Geographical Pivot of History” en Geographical Journal Vol. 23, Nº 4, 1904, pp. 421-444. Esta conferencia fue reproducida en Atencio, Jorge E., Qué es la geopolítica, Pleamar, Buenos Aires, 1982, pp. 367 y siguientes.
[5] Mackinder, Halford J., Democratic Ideals and Reality, National Defense University Press, Washington DC, 1996, p. 106
[6] A la que habría que unir la considerable influencia ejercida por la obra de Mahan. Caben destacar los siguientes volúmenes: Mahan, Alfred T., El interés de Estados Unidos de América en el poderío marítimo. Presente y futuro, Unibiblos, Bogotá, 2000. Mahan, Alfred T., Influencia del poder naval en la historia, Ministerio de Defensa, Madrid, 2007
[7] Spykman, Nicholas J., Estados Unidos frente al mundo, Fondo de Cultura Económica, México, 1944
[8] Brzezinski, Zbigniew, El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratéticos, Paidós, Barcelona, 2003
[9] Y parece que lo están consiguiendo a tenor del acercamiento de Rusia a China, hasta el punto de haber firmado recientemente un acuerdo para construir un gasoducto entre ambos países que significará un intercambio comercial de cientos de miles de millones de dólares para abastecer la demanda insaciable del gigante asiático.
[10] Un estudio en profundidad de la idea geopolítica que Mitteleuropa representa para Alemania es el siguiente: Meyer, Henry Cord, Mitteleuropa in German Thought and Action 1815-1945, The Hague, Nijhoff, 1955
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