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Un sentido común que a veces falla



Mucho se ha dicho del proceso de paz con las FARC, sabemos que el país se dividió entre el SI y el NO, y que la manera como se presentaron los fundamentos de una y otra postura, dejaron más sinsabores que tranquilidades. Un Acuerdo de Paz que no logró ser digerido por la mayoría de los colombianos, y unos opositores que se valieron de los vacíos de lo pactado, para repletar de mayores inseguridades a quienes no la tenían clara. El resultado, un país polarizado hasta la médula; por una disyuntiva que en principio luce paradójica: la posibilidad de una Colombia mejor enrutada hacia la paz y con menos muertos en ese tránsito. Lea también: Barranquilla, Hinterland del desarrollo de Colombia Esa fue la coyuntura con que se eligió al presidente Iván Duque; y aunque sus opciones para gobernar eran y siguen siendo variopintas, sus hechos hasta ahora, ratifican su determinación de decantarse, por la coherencia radical que entroniza el partido que lo hizo elegir; lo que a su vez da oxigeno, al estrepitoso ruido de una bestial disputa política que se siente eternizada entre la ciudadanía. El ideario de un partido político, no se implanta a la fuerza o a partir del autoritarismo cuando se llega al poder. Por vivir en un sistema democrático, es menester que esté presente en las líneas de acción gubernamental, las posibilidades de generar consensos y disensos; no obstante, la búsqueda de lo primero, será la tarea permanente de cualquier gobernante de estirpe democrática. Lo anterior para señalar, que aunque el Centro Democrático haya abanderado el NO en el referendo, lo cierto es que al instante siguiente de su posesión, el presidente debió encarnar entre otros, el rol de legítimo representante de los valores supremos de la paz y la reconciliación de la patria. Ese carácter desprovisto de sectarismo y repleto de generosidad, indefectiblemente le hubiera significado una mejor gobernabilidad, y la posibilidad de concordia sobre la principal disputa entre colombianos. Pero no, seguimos varados, los palos en la rueda a la implementación de los Acuerdos no cejan. El interés por superar las desavenencias es nulo y por el contrario, las acciones implementadas solo nos permiten colegir que este, no será el gobierno del postconflicto. Como van las cosas, en la historia quedará sentado que el período presidencial actual, fue una especie de vacío entre la firma de los Acuerdos de Paz y la consecuente implementación del postconflicto. Es extraño, como si fallara en ocasiones el sentido común; ¿quién pondría al diablo a cuidar las ostias ó a que nos represente en la ONU un violador de los derechos humanos?, así mismo, se ve un presidente dificultando la consolidación de la paz, o cerrándole la puerta a la posibilidad de mejorar los acuerdos. Con este talante puede que gane su partido político, pero sin dudas pierde el gobierno y en consecuencia, perdemos todos. Lea también: El reino de las noticias falsas Si tuviera al frente al presidente le diría: “… aunque sé que los días son difíciles y las cargas cada vez más pesadas, me permito hacerle una sola invitación, enamórese de la paz. El camino de una gran presidencia, incluye este camino. El balón sigue estando en su cancha.” Aunque a estas alturas, para él podría ser suficiente con que lo recuerden, como el presidente de la Pandemia.

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