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Pidamos juntos una tregua



No es la hora ni la prioridad para buscar profetas que vaticinen para dónde va este coronavirus; la realidad es tozuda y funesta, y en temas científicos, no hay otra orden que seguir acatando las recomendaciones de sus entendidos.


Y en cuanto al aporte religioso, la prioridad es el clamor unánime, para que los dones espirituales ofrecidos y dados a la Iglesia, sean exclusivamente para quienes están en la primera línea del contagio, en clínica y hospitales, atendiendo a los contagiados por la COVID-19.



Hechos 4:29-31: "Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús. (...)".


@MonsRueda: Nacer de nuevo es asumir el riesgo de que el Espíritu Santo conduzca nuestra relación con las demás personas, oriente nuestro discernimiento, cambie nuestros caminos, nos sorprenda en la oración.


@ErikaFontalvo: Renacer de lo alto porque la vida no es solo material. Hay que mirar lo sobrenatural: demasiadas cosas implican espiritualidad y buscarla para crecer en estos tiempos tan adversos es un camino fascinante.


Y a mí no me resta el honor seguir leyendo a quienes tienen el talento de escribirle a la sociedad su buena vibra y energía, más aún, hoy que estamos todos enfrentando un enemigo maligno en común; 1 Corintios 15:26.


Y siempre he considerado improcedente que los derechos de autor sean tenidos en cuenta como objeto de demandas, contrario, a quienes acostumbran a copiar y pegar de otros, para luego obtener un beneficio material como si fuesen ellos los autores, y así ganar dinero, premios y aplausos de la galería.


Pero yo desde mis inicios como escritor de opinión me he acostumbrado a alternar gran número de mis epístolas con aportes de quienes según mi línea espiritual, van en coordinación, coherencia y concordancia con el mensaje de reflexión, según mi perfil personal.


Y en estas andanzas ya cuento con veintiún años escribiendo y compartiendo por cuanto medio posible encuentro, y así llevar el mensaje del cual considero me han encomendado, y hasta el día de hoy, no he recibido una dádiva por todo lo hecho, por lo cual, no procede ninguna demanda.


Más bien si lo que he hecho, la Divina Providencia, me tenga una recompensa; no material, sino de vida y alegría eterna, no solo anhelo compartirlo con quienes -ellos desconocidos hasta hoy- le han aportado a mi evangelización social que he manifestado tener, sino también, a mis más seguidores de mi pequeño y anónimo nicho de lectores.


Y a propósito de mis lectores, muchos de ellos, cercanos amigos, aún siguen pendientes de la evolución de mi salud, les he comentado que sigo avanzando en la recuperación, atendiendo estrictamente las recomendaciones dadas por los galenos asignados por la prestadora de salud y, por un internista cardiólogo de la familia.


Pero debo añadir, y también hacerlo público en semejante como lo vivió el apóstol Pablo: Porque cuando soy débil, entonces me hacen más fuerte, 2 Corintios: 12,10. Y créanme reafirmarles este misterioso e incomprensible estado de vida. Que es la novedad en el Espíritu Santo.



¡Novedad que busco públicamente compartirlo como Iglesia! Pues ahora frente a este enigmático poder destructor de esta pandemia, que en nuestra debilidad, vulnerabilidad e impotencia como sociedad del mundo, pidamos en unanimidad, una tregua de existencialismo.


Salmo 118:16-18: La diestra del Señor es exaltada; la diestra del Señor hace proezas. No moriré, sino que viviré, y contaré las obras del Señor. El Señor me ha reprendido severamente, pero no me ha entregado a la muerte.

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