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El selectivo apoyo al deporte en el Atlántico

Por: Erwin Lechuga



El mérito recae exclusivamente en el hombre que se halla en la arena, aquel cuyo rostro está manchado de polvo, sudor y sangre, el que lucha con valentía, el que se equivoca y falla el golpe una y otra vez, porque no hay esfuerzo sin error y sin limitaciones.


La noticia se difunde casi que a la velocidad de la luz. Colombia tiene un nuevo campeón mundial; los medios de comunicación nos sirven las tres comidas del día acompañado del más mínimo detalle acerca de la vida de la nueva gloria nacional, las directivas deportivas sacan pecho, por allá se escucha una voz ofreciendo pasearlo a su llegada en carro de bomberos para mostrarlo cual trofeo, hasta que por fin, la primera autoridad le coloca una medalla y lo hace hijo ilustre de la ciudad.



El campeón hasta antes de su conquista era un completo desconocido para la nación. Nadie se alcanza a imaginar el sacrificio que al vencedor le tocó soportar para alzarse con el título; nadie dimensiona las horas de incertidumbre y tristeza de sentir que la esperanza en medio de tanta vicisitud, se podía escapar.


Lo anterior es un supuesto sin nombre propio, es lo que pasa cuando en esta parte de Colombia tenemos a un deportista que por méritos propios ha vencido la adversidad para destacarse por sus capacidades deportivas.


Precisamente hace poco se presentó con esa parafernalia, con la que los gobernantes del Atlántico les gustan ensalzar su imagen, la escogencia de Barranquilla como sede de los Juegos Deportivos Panamericanos de 2027, mientras que por redes sociales se dejaba ver el inconformismo de integrantes del equipo nacional de Boxeo del Atlántico, quienes por falta de apoyo debieron marginarse de estar en la competencia de preclasificación a juegos nacionales de 2023.


Me puse en contacto con uno de ellos y lo relatado indigna. La persona en cuestión trabajaba y estudiaba, paralelamente entrenaba. Su horario comenzaba a las 5:00 a. m. con ejercicios de preparación. Luego, al regresar a casa, colaboraba con los oficios del hogar casi hasta las 10:00, entre las 12:00 y 3:00 p. m. recibía clases virtuales, y en la noche trabajaba como domiciliario hasta la hora de cierre del negocio. Este ritmo por tres meses necesariamente lo puso contra las cuerdas, razón por la cual renunció al trabajo y se dedicó a terminar su preparación deportiva y a estudiar.


Por el Atlántico a esas justas iban ocho boxeadores, cuatro hombres, cuatro mujeres, pero extrañamente dos días antes de embarcarse, se les comunicó que por falta de recursos solo irían dos, dos mujeres. El desconcierto se apoderó de todos, las horas de esfuerzo y sacrificio fueron a dar a la basura ante un anuncio indolente, historia que me comentó, se ha repetido una y otra vez, año tras año.



Y es verdaderamente paradójico cómo en materia deportiva se gastan jugosos recursos en anuncios, mientras que a la materia prima, que es el deportista, no se le brinda las condiciones para que desarrolle todo su potencial. El caso que les compartí tiene muchas más aristas que por espacio no pude exponer, pero necesariamente te hacen cuestionar qué está pasando con el deporte en el Atlántico. Si de verdad se están invirtiendo los recursos, si la entidad que le corresponde la gestión está cumpliendo sus funciones, o si simplemente es un título sin cuerpo.


Lo que sí es cierto es que en el departamento, muchos deportistas ven truncados sus sueños por falta de apoyo y recursos; por cierto, nuestro deportista quedó sin empleo, sin competencia y en la casa.

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