El despelote
- Por: Víctor Herrera M.
- 30 jul 2020
- 3 Min. de lectura

Dos de las principales acepciones de esta palabra – Despelote – tienen que ver con la situación que evidenciamos en el país a raíz de la pandemia. Son: desnudarse o quitarse la ropa y desorden o confusión.
En efecto, si hay algo que hemos podido presenciar detenidamente durante esta muy difícil Cuarentena que ha acompañado a la COVID-19 en Colombia es como las principales instituciones del país han venido desnudando sus falencias y miserias ante el desconcierto de la mayoría de los colombianos.
En efecto, paradójicamente los 3 rubros con más recursos económicos en el Presupuesto General de la Nación durante, al menos, los últimos 20 años – Salud, Educación y Defensa – son los que más han quedado en evidencia.
El más grave ha sido el sistema de Salud. Teniendo a las poderosas EPS como las estrellas del incumplimiento y la irresponsabilidad, este sector ha demostrado la falta de control y vigilancia de los organismos encargados.
Las EPS son unas ruedas sueltas que nadie puede corregir (ni Procuraduría, Contraloría, Defensoría, Alcaldías o Personerías). Pero aparte, es un sistema que no ofrece garantías laborales ni siquiera al 20% de sus trabajadores (médicos, enfermeras, camilleros, auxiliares, etc.); En el que la mayoría de los hospitales públicos están quebrados; Que no cuenta con insumos ni medicamentos para garantizar su funcionamiento ni los elementos de bioseguridad para proteger a su personal; En fin, que no garantiza el derecho fundamental a la salud de los colombianos.
Mas de 8 mil fallecidos por COVID-19 en 120 días (en promedio, 3 muertos por hora) avalan su gestión. Al respecto, en el Congreso – invisible como ha estado – acaban de presentar un proyecto de ley para hacer una “revolución” a la salud eliminando las EPS. Los políticos nos han enseñado a desconfiar. Cuando dicen que quieren cambiarlo todo es porque quieren que todo siga igual.
En segundo término, la Educación que se ha visto forzada a una gran transformación en donde ha quedado en evidencia la falta de preparación de los profesores (con metodologías del siglo pasado preparando alumnos del siglo XXI) y la ausencia de una tecnología que acompañe a sus alumnos para poder recibir la instrucción. Estos han quedado en manos de sus padres, con mucha menos preparación y tiempo para educarlos.
También la institución militar ha venido ofreciendo un espectáculo deplorable. Cada día nuevos escándalos de corrupción, abuso de poder, perfilamientos ilegales y violaciones de niños enmarcan un régimen que necesita de reformas de manera urgente.
Lo más doloroso es lo que ha sucedido con las familias en medio de la mayor desigualdad. La violencia intrafamiliar y, sobre todo, de genero ha estado a la orden del día. No hemos aprendido a convivir. La adicción al alcohol en todas las edades – que también genera violencia – no ha sido diezmada ni siquiera con los sucesivos toques de queda decretados por muchas alcaldías del país. El aumento de los abusos sexuales en menores y el mal trato y la discriminación que han sufrido, aún más, los miembros de la tercera edad han salido a flote; Los niños encerrados y traumatizados de por vida; La descomposición social, la inseguridad y la falta de cultura ciudadana complementan este deplorable paisaje.
Es necesario ahora comenzar la reconstrucción del país. Pero al mismo tiempo que pensar en la generación de empleo digno y la recuperación económica, hay que abordar urgentemente al ser humano, para poder construir un mejor ciudadano, un mejor profesional, un mejor empresario, un mejor funcionario público, un mejor padre de familia, en fin, una mejor sociedad.
@vherreram
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