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Soñé con Tasajera

  • Por: Ignacio Consuegra B.
  • 22 jul 2020
  • 3 Min. de lectura


Tuve un sueño. Soñé que la carretera a Santa Marta era de seis carriles (tres de ida y tres de venida), con jardines arborizados en el separador, y luces led en la iluminación. Y, que como si fuera poco, ofrecía las más estrictas medidas de seguridad en sus peraltes laterales para cualquier eventualidad, y que además, los pueblos aledaños (Tasajera, Pueblo Viejo, etc) semejaban pesebres con sus casitas pintadas de blanco como los de la costa mediterránea provincial.


Lo extraño era que, las imágenes se veían tan reales que, no parecía un sueño, pues hasta en la radio anunciaban que había perdido el Unión Magdalena. Me dije entonces: con esta infraestructura, es casi imposible que sufra un accidente algún chofer de esos que traen hasta veinte horas de viaje. (Sobre todo ahora con la nueva modalidad de ahorrarse el ayudante).



Todo iba bien. Pero como no hay felicidad completa, el sueño de repente se vió trastocado por una imagen donde el desaparecido periodista Mike Smuchlson entrevistaba a uno de nuestros veteranos congresistas: “No te imaginas Mike, -le dijo el Honorable Parlamentario-, lo que me sucedió hace unos días. Venía de Santa Marta a eso de las seis de la tarde, de una de esas extrañas reuniones que se han inventado ahora con lo de la tal Región Caribe, y se me presentaron unas inaplazables ganas de miccionar. El conductor se orilló, me bajé, y en el primer matorral, logré solventar mi necesidad fisiológica. Pero te cuento que, si hubiera demorado un minuto más, los mosquitos me hubieran desaparecido mi miembro viril (no el excremental, sino el sexual). Como pude, me subí a la camioneta, no sin antes aprovechar para echar un vistazo a la aterradora imagen de miseria en que viven esas comunidades a lado y lado de la carretera, ya que esa absurda medida del gobierno de oscurecer los vidrios de los carros oficiales, nos niega el derecho de poder contemplar tanta pobreza junta en un solo lugar.


Posteriormente otro periodista, creo que Humberto Mendié, entrevistaba a varios dirigentes que desde las piscinas de sus mansiones (con vaso de Wiskey en mano) opinaban del coronavirus, y hasta algunos ofrecían soluciones inmediatas para remediar la pobreza descrita por el susodicho senador.


Finalmente, como me suele ocurrir, el placentero sueño se convirtió en pesadilla. Apareció el mismísimo diablo, me chuzó con el trinche, cargó conmigo y me dijo que sirviera como testigo visual de la llegada de los calcinados de Tasajera, a su despreciable mansión: No habían pasado ni diez minutos, cuando empezaron a llegar en riguroso silencio con cara de arrepentimiento y resignación.


El diablo, frunciendo el ceño preguntó; Ajá! ¿y que los trae por acá?. El más listo contestó: Ok, estábamos ayudando a descargar un camión de gasolina, y parece que explotó. Pero ese, no es motivo para llegar por aquí –comentó el diablo-. Además, estamos con sobrecupo, por la tal pandemia que aqueja a la humanidad. A mí, -dijo el más joven de todos- la verdad es que, me mandaron por necio y por ladrón. El diablo se lo quedó mirando y dirigiéndose a todos les dijo: Tengo entendido que en ese país, los pobres roban, y se entera toda la nación; mientras que la clase pudiente hace lo mismo (y hasta peor), pero el Domingo con una visita al culto lo remedia, dándose golpes de pecho en el Sagrado Corazón. Quizás por eso, –dijo el diablo- en este infierno nunca hay plata ni para comprar los fósforos para prender el fogón. Desafortunadamente cuando le estaba cogiendo el gusto al asunto, sonó el despertador y me despertó.



Esquirla: Posteriormente hubo una llamada del cielo, sugiriendo que quizás dedicando un porcentaje (aunque sea pírrico) del oneroso pago en los peajes de la carretera, se podría construir algunas escuelas en los desvalidos pueblos descubiertos por el Honorable Senador. Por lo tanto, a alguno de ustedes les queda la tarea de averiguar quien es el dueño de la concesión.

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