La renta básica universal
- Por: Jaime Ahcar G.
- 27 may 2020
- 2 Min. de lectura

Ante las graves consecuencias económicas que viene generando la pandemia del Covid-19, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) ha recomendado a los gobiernos de la región asegurar un ingreso básico universal para todos sus habitantes. Adoptar este mecanismo no costaría más de 6,3 por ciento del producto interno bruto (PIB), que representa el monto de la evasión fiscal en el hemisferio. Inclusive, el papa Francisco se ha pronunciado a favor de esta iniciativa.
Se trata de viabilizar lo que se denomina Renta Básica Universal que debe entenderse como un derecho fundamental que tiene todo ciudadano residente en un país a recibir sin condiciones una suma de dinero por parte del gobierno, sin distinguir si la persona trabaja o no, si es rico o es pobre. Esta prerrogativa económica universal guarda relación con el derecho a existir.
Me imagino que usted, apreciado lector, pensará que tal derecho tiene un aroma lejano a una de las tantas utopías, algo así como otro anhelo cristiano-humanista sin asidero práctico, que cae en el vacío. Pero la historia nos sorprende enormemente, resulta que un diminuto patógeno el Sars-CoV-2, nos arrinconó en nuestros domicilios, y una inmensa mayoría de la gente, especialmente los ligados a la economía informal (en el mundo de 3.300.000 millones de trabajadores, 2000.000 están ligados a la informalidad), quedó ante la opción de salir a trabajar sin una demanda cierta y correr el riesgo de contaminarse, o resguardarse en su residencia y morir por carecer de ingresos para subsistir.
Por supuesto que la Renta Básica tiene que ser matizada conforme a la riqueza de cada nación, de manera que se pueda graduar limitando el sector de personas beneficiadas y el monto de la renta. Pero lo importante es tener en cuenta que las naciones han acumulado suficiente riqueza productiva como para hacer efectiva esta prerrogativa; naturalmente sin perder de vista que el Estado Social de Derecho para ser real y no mera ficción debe romper la ecuación de la injusta distribución de la riqueza en la que (según la Credit Suisse) 42 personas poseen tanta riqueza como las 3.700 millones de personas más pobres en el mundo.
Olvidémonos, el mundo post-coronavirus no será mejor para nada, los de arriba no están dispuestos a mejorar las cosas, pero no todo es una mala noticia para los de abajo, pues hay ciertos hechos en la historia que les permiten comprender a los pueblos los propósitos de la teoría que yacen como letra muerta en los libros, y que eran comprensibles solo para unos pocos intelectuales.
Es cierto que la Renta Básica como derecho fundamental no es una propuesta socialista, ni siquiera es una idea nueva, sobre ella abunda la literatura, pero las circunstancias actuales de la pandemia la han puesto al orden del día, baste saber que el papa Francisco, a través de una carta de Pascua del pasado14 de abril, apoya la consideración de un ingreso mínimo universal, que calificó de profundamente humano y cristiano.
Tienen ahora la palabra los demócratas de verdad, pero especialmente la tienen los partidos y candidatos de izquierda para, al menos, elaborar una propuesta que garantice a todo el que carezca de un ingreso decente poder contar con un umbral mínimo de dignidad.
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