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Buscando a Colombia

  • Por: Moisés Pineda S.
  • 8 jul 2019
  • 6 Min. de lectura

Salí temprano de la casa donde me alojo en el tradicional barrio del Vedado, a las diez de la mañana que es cuando empieza la ciudad a despertarse en estos meses de verano en los que oscurece pasadas las ocho de la tarde y las "Noches Habaneras", programadas por la Administración de la Ciudad a lo largo del Malecón a la altura del crucero con Rampa y el Hotel Nacional, a partir de esa hora encienden la rumba popular con cervezas de a 1 peso convertible y platos de a 2 y 3.


Iba en busca de un lugar de la Habana Vieja en el cual verme el partido de fútbol entre Colombia y Paraguay por la Copa América que está programado para las 2:00 de la tarde, hora colombiana.



Antes, pasé al Hotel "Meliá Cohiba", ubicado a unas pocas cuadras en Paseo entre 2 y 3 al pie del Malecón, con el fin de cambiar las divisas necesarias para cancelar la cuenta de 32 pesos convertibles la noche, unos 110 mil pesos colombianos, que incluyen la habitación con baño privado, aire acondicionado, agua caliente, mini bar, desayuno y cena.


Las promesas que en Diciembre anunciaban transformaciones profundas en el sector del transporte en cuanto a tarifas, rutas, frecuencias de despacho y acceso a refacciones, que estuvieron en la base de la convocatoria a una huelga de taxistas para el 8 de diciembre pasado, salvo porque los líderes se encuentran encarcelados, quedaron en el olvido. Es como si nunca hubieran existido.


45 minutos de espera inútil por el articulado de la Ruta P5 que me llevaría al Centro Histórico de La Habana, me obligan a tomar un "taxi pirata" en el que el precio del servicio se multiplica por 120 veces. De 1 peso cubano a 5 pesos convertibles(!!)


Ahora cuando me veo obligado a ver en solitario jugar a Argentina contra El Campeón de Asia, debo decir que en la televisión venezolana y cubana, en materia de fútbol, solo parecen existir, en ese orden, Venezuela, Argentina y Brasil.


Colombia ni siquiera es referenciada por los comentaristas de ambos países como uno de los equipos clasificados, menos como participante. No existimos.


En casi tres horas de transmisión, escasamente hemos merecido el comentario de que la clasificación de los gauchos depende de que "Paraguay no le gane a los colombianos", porque lo suyo- lo de Argentina- ya no es el resultado de un proceso de trabajo colectivo, sino del azaroso destello de unas individualidades como Messi, Lautaro y Agüero, dando por descontada, en forma poco consistente con la lógica del juego, la minusvalía de Qatar.


Por eso, fueron encontrados los sentimientos que experimenté con el gol colombiano que metía a Perú en las semifinales como uno de los dos de los mejores terceros, "dándole oxígeno" a los argentinos que se fueron al camerino del primer tiempo con la ventaja de un gol por cero y que al ganar, finalmente, por dos tantos proveen a los venezolanos de un adversario al que estiman que es "totalmente derrotable si juega como hoy está jugando"


Los entreactos de "TVES, sonríe contigo", canal que transmite para Cuba la Copa América- Brasil 2019-, los llenan la publicidad política del régimen venezolano que incluye a Maduro hablando por señas a la tele audiencia de sordomudos; en otras aparece anunciando el Plan Quinquenal Minero con el cual se abrirá la prosperidad futura de "la Venezuela de oro" y en otros momentos dictaminando que "el chavismo es una forma de ser, una identidad cultural" al tiempo que se rifan balones, ollas arroceras, electrodomésticos menores, lavadoras, neveras y estufas entre los seguidores de la transmisión que se conecten al enlace que, según ellos, "es tendencia nacional".


A ratos, se tiene la impresión de estar en Isla Margarita, o en el "Hotel Alex"- en el centro de Caracas- y no en La Habana Vieja, en Cuba.



Pero antes, llegar a este bar, de los varios del Hotel "Florida" , buscando infructuosamente dónde ver a Colombia en su partido contra Paraguay, no ha sido menos azaroso e inútil que lo que se puede esperar de la albiceleste, frente a la que llaman "ingenua y limitada" selección Qatarí, a la que los expertos venezolanos no logran descifrar correctamente.


El "Florida", junto con el "Ambos Mundos" , es uno de los hoteles tradicionales mejor conservados sobre la Calle Obispo en La Habana Vieja. La entrada es presidida por una escultura en alabastro coloreado, muy probablemente del Siglo XIX, que representa a una bailarina capturada en el trance de una danza ritual dedicada a alguna de las deidades hindúes.


Sus arcadas, el frescor de sus patios interiores y la distribución de sus habitaciones siguiendo el planteamiento propio de las antiguas casonas del Siglo XVIII cuyos propietarios ostentaban en sus blasones el mote de "La muerte menos temida te da más vida", lo hacen de los preferido por los turistas europeos, canadienses y mejicanos.


Antes, media docena de porteros y anunciadores de restaurantes, bares y hoteles ubicados a lo largo de esta calle que es como el termómetro de la economía habanera, preguntados acerca de si iban a transmitir el Partido de Fútbol entre Colombia y Paraguay, respondían dando la impresión de que se les estuviera hablando en Mandarín.


No faltó la administradora del negocio que francamente confesó que no iban a mostrar el partido por la TV porque la gente se metía durante 45 minutos en el lugar para luego irse sin consumir, o atestaban las ocho puertas y ventanas del bar- restaurante, sin que aquello significara mayor cosa en cuanto a las metas de ventas que debía cumplir el establecimiento.


"Vaya al "Florida", allí tal vez pueda verlo con aire acondicionado" fue la recomendación inútil hasta esta hora en la que son palmarias las deficientes competencias profesionales, que se repiten en toda Cuba, cuando el bar tender debe recurrir a preguntarle al mesero y luego, ante la ignorancia de este último que pasó más de 3 minutos leyendo y releyendo la carta del lugar, a tener que consultar el computador para poder establecer que el trago de Johnny Walker sello negro vale 4.50 pesos convertibles.


La actitud displicente con el cliente, del tipo de "si no le gusta, vaya a otra parte", sumado al hecho de rehuir el contacto visual y la poca información que te brindan acerca del establecimiento, su historia y su carta de comidas y licores, contrastan con la actitud amigable, cálida e informada de los antiguos trabajadores del sector turístico cubano quienes, en el pasado reciente, eran como miembros de una inmensa cofradía, cuasi religiosa, dirigida por el Historiador de La Ciudad, Don Eusebio Leal Splinguer, que te hacían volver una y otra vez a los mismos sitios y lugares en busca de un amigo que te esperaba, que te recordaba y mucho te preguntaba por tu país de origen y tus intereses. Ellos habían sido formados y entrenados para "hacerte sentir como en familia".


En estos casi 40 años, más de uno terminó siendo mi compadre de Sacramento, parte de los míos.


Estos nuevos meseros, bar men y bar tenders, hostess, cocineros y chefs, son como la expresión de una nueva anti- cultura del servicio, opuesta a aquella que en todas partes del mundo reza: "el cliente siempre tiene la razón".


Quizás esto sea la prueba reina que confirma las tensiones internas entre los sectores de militares ortodoxos, y los que no lo son, dentro del partido comunista cubano, que trajeron como resultado que los primeros se hicieran al control de la industria turística, desplazando a quienes habían construido una cultura del servicio soportado en recursos y remesas del exilio cubano.


Por eso, soy de quienes creen que en esta "contracultura laboral" está parte de la explicación que dió soporte a la decisión del Gobierno Trump para incrementar las restricciones conducentes a materializar la política de que: "ni un solo dólar llegue a manos de los militares cubanos". Una manera de proteger los intereses del exilio de Miami en el marco de la emergente economía del "cuentapropismo", de la propiedad privada y del libre mercado en Cuba, garantizada por una Nueva Constitución aprobada a los pescozones, a contrapelo de la ortodoxia de la dirigencia histórica.


Ferdinando prefirió renunciar antes que tener que soportar la autoridad de un Chef mediocre, que había sido su compañero en la Escuela Técnica y cuyo único mérito para ocupar la jefatura de la cocina era su cercanía y amistad con los Idem vinculados a los órganos del Partido Comunista en Varadero.


Manuel tuvo sus razones para renunciar al cargo que desempeñaba desde 15 años atrás en uno de los restaurantes más acreditados en Santiago de Cuba, para no tener cumplir con "los estándares de preparación" que lo obligaban a botar el azúcar que no era usada por los bebedores de café, so pena de ser acusado de acaparamiento y terminar encarcelado.



Por ello, es explicable que la anciana que está ahora sentada en la entrada del urinario se haya molestado conmigo y me haya espetado que "los cubanos no necesitamos limosna de nadie", cuando le dije que conservara como propina el cambio de la moneda de 50 centavos convertibles, unos 2 mil pesos colombianos, que yo había depositado en la canastilla sita en una mesa en la que se dispensa el papel higiénico a los usuarios del servicio en aquel histórico lugar en La Habana.

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