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Colombia, el país feudal en el Siglo XXI (I)

  • Por: Diego Culma A.
  • 22 abr 2019
  • 6 Min. de lectura


En este escrito me propongo explicar a partir de mi experiencia como docente, estudiante y ciudadano del común ¿porque Colombia se asemeja a un país feudal? No de manera literal como el feudalismo de la Europa medieval, pero si con ciertas características que se asemejan a este modo de producción que, como todo modelo económico le son adjuntas ciertas particularidades culturales que le son propias, en lo que quiero referirme aquí, es que Colombia se asemeja a un gran feudo una gran extensión de tierra que productiva o no se administra como una especie de finca en la que existen, dueños, administradores, trabajadores que se encargan del trabajo más grande al más pequeño y por supuesto aquellas personas que se encargan por medio del discurso legitimar los modos de actuar dentro del gran feudo, las acciones de sus dueños y administradores para que todo funcione de la manera más adecuada para que no existan quejas o reclamos de las personas que lo habitan y así no puedan mirar más allá de la cerca o de lo que aparece en frente.



Ahora bien, para ahondar en esta reflexión es importante aquí remitirse a algunos aspectos de cómo Colombia surgió como “república”, la cual esta auspiciada por gamonales vestidos de generales, curas dogmáticos impartidores de discursos moralizantes y manipuladores, criollos burócratas con intereses particulares, peones de hacienda que por medio de la sumisión y el clientelismo buscan sobrevivir en un sistema social que los excluye junto con algún extranjero en búsqueda de fama y fortuna, que juntos conformaron un “país” a medias.


Sin embargo para que estas características se desarrollen es importante mencionar el papel simbólico que ha tenido la tierra en la historia de Colombia ya que desde los tiempos de la conquista ha poseído un poder simbólico y no precisamente por su capacidad productiva, si no como símbolo de status social que permite el acceso a una sociedad vertical que vivió (y todavía vive) de la apariencia, la discriminación y la exclusión social donde su ascenso está determinado, no solo por los nexos y complicidades de aquella persona que está más cerca del poder, sino también por las artimañas que sean necesarias para poseer un buen estatus social en una sociedad vertical.


Estas formas relacionarse en la sociedad colombiana antes y después de la independencia el científico social Fernando Guillen Martínez (1979) las denomino formas de sociabilidad política, las cuales consisten en relacionarse con el otro a partir de la sumisión, la violencia y el autoritarismo para sobrevivir en un contexto precario como la colonia, de esta manera instituciones coloniales como la mita, los resguardos y especialmente las encomiendas que sirvieron en sus inicios para “proteger” a los indios del trabajo excesivo por parte de los españoles, con el paso del tiempo se convierten en grandes haciendas que dan origen a una institución que si bien no es reconocida oficialmente por la corona española conforma unas pautas y comportamientos propias de una sociedad donde se relacionaron aspectos españoles e indígenas, que Guillen conoce como la institución asociativa de la hacienda cuya función consiste en un principio en cooptar por medio de la violencia y el autoritarismo a todos aquellos criollos, indios, negros y mestizos que no poseen tierra y no han podido encajar en la sociedad colonial del momento a cambio de someterse a la voluntad y protección del hacendado conformando así lo que se conoce como las peonadas.


Los cuales con el paso tiempo acogen un sistema de status roles en el cual el hacendado o terrateniente es un modelo a seguir a partir de esto la hacienda como institución genera un carácter político y cultural en la historia de Colombia; puesto que el hacendado dueño de la hacienda adquiere un poder particular que recae no solo en la posesión de grandes extensiones de tierra símbolo de su status social (el cual cree que es necesario conservar y heredar como un patrimonio familiar) sino también por la gente que está bajo su protección, la cual se encarga de rendir pleitesía y obediencia absoluta a cambio de privilegios y favores que solo él puede otorgar dando origen a lo que se conoce como paternalismo.


Este estatus sirve al hacendado para relacionase con la aristocracia de las pequeñas ciudades y crear nexos clientelares con la burocracia de los principales instituciones coloniales para obtener favores administrativos, como títulos nobiliarios y posesión de tierras, además de tener la capacidad de movilizar grandes peonadas con la apariencia de un interés común por medio de lo que se conoce como caudillismo para poder así, hacerse con los puestos burocráticos que eran exclusivos de la corona española; los mejores ejemplos, han sido la revolución de los comuneros y el proceso de independencia, en el primer caso el movimiento es traicionado por la aristocracia criolla junto con grandes terratenientes para hacerse con cargos de la corona española y aumentar la posesión de la tierra y en el segundo donde una vez expulsados los españoles de sus cargos, burócratas criollos y hacendados se hacen con el botín del estado y su respetiva administración para beneficio propio y de sus grandes familias, las cuales fueron el resultado de compadrazgos, matrimonios y lazos clientelares, permitiéndose así consolidarse poco a poco en el poder político en un proceso que duro aproximadamente de cien años a hasta la época de la regeneración en el siglo XIX; con la complicidad de la iglesia católica la cual fue muy influyente a la hora de movilizar a la población para determinados intereses políticos reduciendo las confrontaciones a términos de amigo a enemigo o creyentes y pecadores en un mundo cambiante donde la mayoría de su población se negó a reconocer.


La relación entre hacendados y elites burocráticas citadinas consolidan una elite que genero grandes repercusiones en la forma de reconocer un estado y sus instituciones en la cual se ve al funcionario público como una persona que además de administrar los recursos del estado se le debe rendir cierto homenaje, al momento de exigir un derecho o la administración y el acceso a un bien público, evidenciando así la herencia española y la hidalguía en relación con la forma como el colombiano del común ve al estado y sus dirigentes en Colombia, generando así un cuadro de costumbres donde la mentalidad señorial en el transcurso de la historia no desaparece repercutiendo en aspectos psicosociales donde los funcionarios públicos (presidentes, alcaldes, gobernadores, curas) detentan un poder casi hereditario sobre el estado, un proceso de enfeudamiento donde los partidos políticos los movimientos sociales sirven para dicho fin y viven de las ganancias que genera las instituciones estatales, agregando a dicho problema la vanidad, la arrogancia y el arribismo que caracterizan a las elites del país donde en sus inicios bastaba solo ser un europeo, sin importar su descendencia para mostrarlo como objeto de ascendencia social y limpieza de sangre y encajar en lo más selecto de la elite criolla como lo describe Rafael Gutiérrez Girardot en su ensayo “violencia cultura y estratificación social en Colombia” donde las elites viven de las apariencias, nombran sus tiendas con en otro idioma (Gacharna and company) para atraer clientes selectos y realizan reuniones selectas para marcar pautas y diferenciamientos sociales con la finalidad de romper amistades y alejarse de parientes los cuales no tenían el toque característico europeo que ellos medianamente adquirían por medio con la compra de mercancías extranjeras las cuales hacían envilecer su status social.


En este sentido la consolidación de la hacienda como institución en Colombia marca el rumbo político y cultural del país, en el cual sigue existiendo una mentalidad señorial con un rasgo cultural violento y autoritario que entiende el estado como un botín que es necesario preservar a toda costa con la ayuda del componente ideológico de la iglesia católica, la cual enseño a sus gentes desde el inicio de la republica a ver el mundo bajo los principios de la fe, donde la moral y las buenas costumbres no permiten a sus gentes ver los cambios que se producen en el mundo y como estos pueden influir de manera positiva en el país; la influencia de la fe católica en la educación desde mi entendimiento repercuten de manera negativa en la población por que enseño a sus creyentes a ver a los funcionarios públicos con características paternalistas y a la oposición en términos de amigo o enemigo de acuerdo a una creencia y tener una visión de familia supremamente conservadora que primero no encaja en la actualidad y segundo ha sido la excusa para hacerse un buen nombre o con aquello se conoce como gente de bien, resaltando los supuestos buenos valores familiares como si estos fueran un valor agregado al poseer una gran extensión de tierra o un puesto en la burocracia del estado colombiano.



Para entender un poco mejor lo anterior, basta con remitirse a la forma intransigente como la iglesia católica hizo frente a un mundo cambiante en el cual estaba presente un proceso de industrialización y unas ideas de modernidad de la cual Colombia no hizo parte y si lo realizo fue de manera tardía e irregular debido al carácter conservador y retardatario de sus dirigentes acontecimientos que afectan en la actualidad en la manera en la que piensan la mayoría de los habitantes de este país que se asemeja a un gran feudo.


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