top of page

La justificación de las injusticias

  • Por: Ulíses Redondo C.
  • 20 mar 2019
  • 4 Min. de lectura

Sin justicia no hay paz. La justicia es la piedra angular sobre la cual se construye la paz. Es base del equilibrio indispensable para la sobrevivencia humana. Justicia es reconocernos como iguales en derechos humanos, los cuales no se merecen, se adquieren desde que estamos en el vientre materno, por lo tanto la justicia no debería parcializarse por nada ni por nadie. Aplicar la justicia es un imperativo categórico, porque esta es un mandamiento autónomo ético y universal y en ese entendido, debería ser insobornable, imperturbable e inalienable.



Si no hay justicia, siempre habrá como posibilidad el efugio de tomarla, alguien, por sus propias manos. Las guerrillas son un ejemplo, como los son también los carteles del narcotráfico y la delincuencia común, si escudriñamos en la biografía de muchos ´líderes´ de algunas organizaciones armadas, encontraremos que son resentidos sociales que cargan un pasado de injusticias que malogró sus vidas. Sin posibilidades u oportunidades de vida digna, fueron arrojados a la calles, por el Estado y, ahora, con su accionar violento se enriquecen y logran por la fuerza lo que les arrebataron por derecho.


Es claro que desde los centros de poder político-económico unas élites se ´toman la justicia por sus manos´ para proteger sus intereses y lo hacen basados en leyes injustas hechas a la medida de sus privilegios. Administran a su arbitrio la ´justicia´ decidiendo quienes tienen derechos y quiénes no. ¿Cuál diferencia habría entre estos dos extremos? Por supuesto los ´líderes´ nunca reconocen sus culpas públicamente.


Vivimos en modo justificación de la injusticia. Se justifica la represión porque es más difícil y costoso educar; se justifica el robo porque es más difícil vivir del trabajo honrado; se justifica la pereza porque es más difícil vivir de los esfuerzos diarios que exigen nuestras labores.


Las injusticias no tienen justificación. La justificación de la injusticia es la forma más inhumana, descarada e inescrupulosa de ´legalizar´ delitos de todo tipo, desde el asesinato selectivo y el genocidio, hasta el latrocinio. Y así, pues se justifica la pobreza y el enriquecimiento mediante robo de inmensos recursos del erario.


Una ecuación matemática a través de la cual se decide el salario mínimo puede justificar legalmente una injusticia y dejar impune un acto mediante el cual se expolia a los trabajadores, conservando el privilegio de unas minorías plutocráticas avariciosas, sin importar que la brecha entre ricos y pobres sea cada vez más oprobiosa, e inclusive, de mayor peligro para la convivencia. No paso por alto que también somos por naturaleza psíquicamente acumuladores. La tendencia a la acumulación impide ver a quien vive en la opulencia que tiene suficientes riquezas, por el contrario, siempre cree que aún no tiene lo necesario.



En Colombia, robarse, anualmente, más de 50 billones es como quitarle la alcancía a un niño; pedir coimas multimillonarias para favorecer la entrega de contratos de obras civiles cuyos costos son súper millonarios, a Odebrecht, algunos de los cuales no se realizaron, es tanto como disfrazarse de mendigo y ponerse en una esquina del barrio a pedir limosnas.


Los estudios de la Universidad Nacional sobre la construcción de la hidroeléctrica Hidroituango advertían sobre las fallas geológicas en el lugar donde se levantaría el proyecto, mientras que las EPM no tenían experiencia en la construcción de este tipo de mega proyectos, pero ni lo uno ni lo otro fue óbice para impedir que se justificara su construcción. Ahora intentan otra justificación con el proyecto Hidroeléctrico ´Espíritu Santo´, rio abajo. Entre tanto, Aníbal Gaviria Correa, uno de los ex mandatarios locales que manejaron este proyecto aspira nuevamente a la gobernación de Antioquia o a la alcaldía de Medellín.


Justificar la injusticia es recurrir a argumentos mentirosos para mantener y aumentar las ventajas que unos obtienen ilegalmente sobre otros. Es legalizar la trampa. ¿Son reales o inconsistentes las pruebas mediante las cuales se elaboran ecuaciones que tienden a demostrar que: el salario mínimo es justo, que la tasa de desempleo es correcta, que las cifras sobre la inflación y el valor de la canasta familiar son acertadas? ¿Son reales o inconsistentes las tasas de interés impuestas por el sistema financiero?


Para que una hipótesis, teoría o creencia se justifique es necesario que por lo menos haya un justificador, es decir, alguna evidencia.


Se justifican invasiones, colonizaciones, guerras, saqueos de riqueza en nombre de la civilización y en contra de la barbarie. Los españoles colonizaron estas tierras con el aval de las bulas papales, pero los invasores exterminaron a 70 millones de aborígenes porque no los consideraban hijos de Dios. Entonces, ¿quién es justo y quién no? ¿Quién es humano y quién no? ¿Los europeos eran humanos y justos porque eran civilizados? ¿Ellos si eran hijos de Dios? ¿Eran humanos y justos los españoles, portugueses e ingleses quienes cazaban negros en África como si fueran animales?


En Colombia desde la perspectiva jurídica, la evidencia que es la relación de indicios que permiten establecer de manera clara la relación entre dos o más elementos encontrados en la escena de un crimen y que posteriormente es utilizada para argumentar la prueba pareciera haber nacido famélica. Muchas veces la argumentación falaz de la prueba sin evidencias reales o con ´evidencias´ ficticias pesa más que las evidencias reales.



Y agreguemos la argumentación jurídica empleada en la decisión sobre la admisión de la prueba ilícita lo que nos deja en la vaga tensión entre juicios de valores, de saber que un universo de certeza puede sucumbir ante un átomo de duda sobresalientemente argumentada por abogados del Diablo. El resultado no puede ser más tétrico: detención domiciliaria y sanciones irrisorias para criminales de ´alta gama´. Por esa razón no hay fronteras para la delincuencia ni calabozos para el mal. Una montaña de evidencias puede hundirse en un charco maloliente de pruebas basadas en retórica, falsos silogismos, claro que son de mucha utilidad: el soborno, las complicidades y el asesinato de testigos.


El mal engranaje del Estado como motor obsoleto funciona pésimo. El estado de derecho corcovea mientras la separación de poderes sea un espejismo. Así, las cosas, la justicia actúa detrás de las mamparas del poder o es escudero de criminales prestigiosos.

Comments


© 2017 Acta Diurna  - Línea de atención: (57) 318 3872489 - Calle 45 No 43-30 L. 115 - Barranquilla, Colombia
Contáctenos Aquí
bottom of page