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Colombia, ¿país de ladrones?

  • Por: Ulises Redondo C.
  • 23 ago 2018
  • 3 Min. de lectura


Se convirtió en una situación normal que los colombianos vivamos en la subcultura de la corrupción. Significa que la toleramos porque nos acostumbramos a robar y a que nos roben, a hacer trampa y que nos la hagan. “Soy corrupto porque los demás lo son, no puedo dejar de ser corrupto porque nadie dejara de serlo”, “si yo no robo otro lo hace por mí”, son las expresiones que afloran comúnmente en el lenguaje usado frecuentemente por un colombiano. Tal parece que vale más un corrupto “controlado” que un honesto independiente.



Se calcula en 50 billones de pesos anuales la cantidad que se apropian los corruptos de todos los presupuestos nacionales, departamentales y municipales.


Si este 26 de agosto no se obtiene los más de 12 millones de sufragios para que pase la consulta anti corrupción se habrá dado un hecho sin precedentes para la historia de Colombia. Habremos reconocido públicamente que somos corruptos, no importa cuántos votaron a favor de la consulta, lo que quedará registrado es que toleramos la corrupción. Ante los ojos del mundo, será un mal ejemplo, otra vergüenza más que se sumará a la ya mala reputación que tenemos los colombianos en el ámbito internacional. Porque una cosa es que sospechen que un ciudadano colombiano sea corrupto, y otra, que lo miren como corrupto porque él lo ´aceptó´.


De ciertos individuos o familias influyentes se dice que “sus virtudes son públicas en tanto sus vicios permanecen ocultos”, ese tipo de individuos o familias pueden ser aceptadas en altas esferas y círculos sociales porque evidentemente no es lo mismo la sospecha de un delito que la comprobación del mismo.


Hay tipos de robos y tipos de ladrones. Hay robos legalizados y otros clandestinos. Hay ladrones que están por encima de la ley y otros que hacen las leyes a la medida de sus ambiciones cleptómanas. Hay sujetos especializados en robar y otros para guardar o administrar lo robado, hay testaferros y ´coimeros´.


Hay robos legalizados como los que ocurren en el sector financiero con las especulaciones basadas en las tasas de interés. Roba legalmente el sector comercial con la especulación de precios y publicidad engañosa. Hay robadera en el sector público por acción y omisión, por contubernio que es lo más deleznable.


Hay quienes no roban pero ayudan a robar cuando toleran este tipo de delitos, cuando con su actitud tolerante, asienten el robo. Votar contra la corrupción es una manera de oponerse a ella, pero no hacerlo es aceptarla, permitirla por omisión, y esa actitud nos hace culpables, nos hace ladrones. Igual da si nos quedamos en casa y no salimos masivamente a votar contra el peor flagelo que lacera profundamente a la sociedad colombiana y que no permite que el país progrese con equidad y justicia.


Abstenerse de votar o votar en contra de esta consulta es aceptar que somos corruptos, es demostrar que tenemos un exquisito gusto de apropiarnos de lo que no nos pertenece, es dar una mala señal al mundo y a las nuevas generaciones de nuestras aberrantes inclinaciones por robarnos lo que no es nuestro. Es permitir que persista la sociedad del latrocinio conformada por ladrones respetables, ladrones sobresalientes y ladronzuelos, es cohonestar el robo e impedir el progreso. Es caminar por la orilla del abismo. Es perder el don de gente y auto condenarnos a un destino infrahumano, salvaje, sin respeto, sin subterfugios.

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