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30 años de alcaldes populares y los retos de Barranquilla (I)

  • Por: Horacio Brieva M.
  • 30 jul 2018
  • 3 Min. de lectura


Las elecciones del 13 de marzo de 1988 cambiaron la forma de selección de los alcaldes en Colombia. En todo el país se escogían - como en Barranquilla - a dedo y de listas de postulados, liberales o conservadores, que los gobernadores recibían de los directorios bipartidistas. El último de esos alcaldes barranquilleros a dedo fue el liberal Daniel Moreno Villalba.


En ese cerrado modelo de representación política no cabían los partidos o líderes que no formaran parte del establecimiento político hegemónico. A las fuerzas opositoras al bipartidismo solo les estaba permitido el acceso a las corporaciones públicas y dependía de los arrastres electorales que lograran en los territorios.


En Barranquilla, la Alianza Nacional Popular, ANAPO, consiguió obtener algunos escaños en el Concejo y ejercía cierta vocería política de sectores populares. La Anapo nació en 1961 y una de sus banderas fue la reivindicación de la presidencia del general Gustavo Rojas Pinilla de 1953-1957.

Este partido tuvo en las elecciones legislativas del domingo 20 de marzo de 1966 uno de sus mejores momentos políticos cuando eligió una bancada de 51 parlamentarios entre 18 senadores y 33 representantes en un Congreso de 190 miembros. Rojas Pinilla fue el mayor símbolo del antiestablecimiento de la época y Alberto Lleras Camargo llegó a llamarlo “el culebrero de la protesta social”. En desarrollo de la elección presidencial del 19 de abril de 1970, intentaron, primero, atajarlo diciendo que el país estaba enfrentado al dilema dictadura y democracia, y luego intervinieron el resultado con votos fraudulentos de las zonas periféricas que inclinaron la victoria en favor de Misael Pastrana Borrero, el candidato del Frente Nacional.

Barranquilla llega a la elección popular de alcaldes de 1988 en medio de un evidente estancamiento en sus servicios públicos domiciliarios, en su economía. Atrás había quedado la pujanza de otras épocas, y lo prevaleciente en todas las esferas sociales era la añoranza de los tiempos en que La Arenosa había sido un ejemplo de liderazgo nacional.

La memoria colectiva no debe olvidar que el debut de Barranquilla en la primera elección de alcaldes fue escandaloso por un acre litigio de conteo de votos. Por eso Jaime Pumarejo Certain y Gustavo Certain Duncan - primos, pero en maquinarias políticas distintas - terminaron compartiendo el breve periodo de gobierno que entonces se reducía a dos años. Era la confirmación de que la ciudad estaba en manos de grupos liberales y conservadores que habían convertido la política electoral en un escenario de la tramoya y el fraude.

En 30 años, además de Pumarejo Certain y Certain Duncan, han sido alcaldes de Barranquilla, Miguel Bolívar Acuña (1990-1992), Bernardo Hoyos Montoya (1992-1994 y 1998 -2000), Edgard George González (1995-1997), Humberto Caiafa Rivas (2001-2003), Guillermo Hoenigsberg Bornacelly (2004-2007), Alejandro Char Chaljub (2008-2011 y 2016 -2019) y Elsa Noguera De la Espriella (2012-2015).

Hay que recordar que en 1986, el M-19, interpretando el hastío barranquillero por la politiquería y los malos servicios públicos, había promovido lo que llamó un ‘Juicio a la clase política’, responsable de la debacle de las Empresas Públicas Municipales, EPM, y de la Empresa Municipal de Teléfonos, EMT, donde anidaban la politiquería y la rapacería, agenciadas desde las distintas expresiones del bipartidismo.


Era tal el control bicolor de la administración que para cualquier cargo, aún el más modesto, había que ser liberal o conservador, y los funcionarios se identificaban por el apellido de su jefe político. Era una especie de impronta de ganadería. Decían que eran de Gerlein, Martin Leyes, Slebi, Name o Carbonell. Fue, tal vez, la época más aberrante y premoderna del gamonalato político. Era el patrimonialismo en todo su furor politiquero. Esa casi esclavista relación política ha cedido bastante, gracias a la carrera administrativa, pero a través de las Órdenes de Prestación de Servicios, OPS, se sigue ejerciendo la sumisión clientelista en Barranquilla. A sus beneficiarios, como a los funcionarios de libre nombramiento y remoción, les exigen cuotas de votos y dinero para las campañas electorales.

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