¿El que encuesta elige?
- Por: Víctor Herrera M.
- 23 may 2018
- 3 Min. de lectura

A unos días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia el ambiente se ha vuelto bastante confuso y hasta impredecible por culpa de las famosas encuestas, unas tan reales y otras aparentemente inventadas como también lo son los mensajes que las respaldan reenviados a través de las redes sociales.
En nuestro país ha hecho carrera, desde hace más de medio siglo, la frase que expresa: “El que escruta elige”. Ello para significar que luego de realizada la jornada electoral quien tiene en su poder político y administrativo los organismos públicos encargados del conteo oficial de los votos tiene la ‘potestad’ -muchas veces utilizada en todos los órdenes- para alterar a su favor o de terceros el resultado final de las elecciones.
Sin embargo, en las últimas contiendas electorales viene apareciendo la figura de las encuestas como mecanismo para manipular la información del ciudadano desde mucho antes del día de las votaciones.
Las encuestas políticas nacieron como una herramienta para medir la favorabilidad, popularidad y preferencia de los candidatos en razón a la visión que de ellos y sus propuestas tienen los potenciales electores. Para ello las empresas que hacen estas mediciones – y cuyo único requisito para su validez es que estén inscritas ante el Consejo Nacional Electoral (CNE) – deben realizar una serie de operaciones científicas (diseñar estadísticamente y seleccionar geográficamente la muestra representativa del universo a estudiar y confeccionar el cuestionario respectivo, entre otros), a continuación llevar a cabo el trabajo de campo (presencial, telefónico, grupos focales, etc.) para poder ejecutar al final la tabulación de la información recogida y en consecuencia entregar las recomendaciones, si es del caso.
Pero lo que hemos visto en las últimas décadas es una serie variada y deplorable de ‘encuestas’ cuyos ‘resultados’ empiezan a publicarse muchos meses antes de las jornadas electorales con la intención principal de posicionar candidatos, influir en las decisiones de los diferentes movimientos políticos a favor de uno u otro, inclinar la balanza en contra de alguno de ellos, provocar que los medios de comunicación hagan visible solos a los que van delante, mediar en la intención de voto del ciudadano y hasta para ‘pronosticar’ como va a ser el resultado final de la elección cuando sabemos que este tipo de herramientas son simplemente una fotografía de lo que acontece en un determinado momento de la contienda electoral.
Así las cosas, entonces lo que ocurre es que los organizadores de los debates presenciales de los candidatos solo invitan a quienes van ‘punteando’ las encuestas. Así mismo ocurre con los medios de comunicación que aspiran a entrar en la agenda de entrevistas de los primeros, mientras que los últimos tratan de obtener muchas veces de manera infructuosa un espacio en alguno de ellos.
De esta manera los ciudadanos se pierden la oportunidad democrática de conocer todas las propuestas de los diferentes candidatos que seguramente aportan al debate y le ayuda a adquirir los suficientes elementos de juicios para tomar la decisión de votar el día de las elecciones o abstenerse de hacerlo.
Lo peor de todo es que las denominadas ‘encuestas’ – justamente por estas malas prácticas que han venido desarrollando- han perdido credibilidad. pues al final los resultados reales muchas veces no concuerdan con lo que ellas fueron registrando a cada momento de la contienda y mucho menos con lo que vaticinaron.
Pero el daño ya está hecho. El ciudadano nunca pudo conocer a fondo mejores opciones para elegir a quien realmente más le conviene.
@vherreram
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