La mentira como autoengaño para sobrevivir
- Por: Ulises Redondo C.
- 15 sept 2017
- 4 Min. de lectura

Al principio, frente a un medio hostil en donde el hombre corría peligro de ser agredido y asesinado por bestias de mayor fiereza y tamaño, el cerebro por instinto de conservación decidió eliminar esas amenazas. Asesinó para poder sobrevivir.
Pero descubrió que matar no solo era ´bueno´ para su seguridad sino que también era favorable para poder alimentarse. Hace más de 1.5 millones de años los primeros homínidos de África ya eran cazadores que dependían del consumo de carne para sobrevivir.
Al principio el hombre tomaba lo necesario que la naturaleza le ofrecía como regalo, para satisfacer necesidades básicas como alimentación y elementos para abrigarse, pero después por sobrevivencia tomaba más de lo necesario: inicialmente acumulaba frutas, instrumentos rústicos como el garrote para defenderse y, tal vez, pieles. Hizo armas y otras herramientas de la piedra, luego del hierro y el bronce, inventó la rueda para aligerar cargas y reducir tiempos de movilización entre un lugar y otro. Y todo por sobrevivir.
Cuando pasó del nomadismo al sedentarismo y fue asentándose en territorios, decidió tomar porciones de tierra. Luego creó la agricultura, convirtiéndose esta en la primera revolución de la historia. Para entonces, como expresa Jean Jacques Rousseau: “El primer hombre al que, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir ´esto es mío´ y encontró a gentes lo bastante simples como para hacerles caso, fue el verdadero fundador de la Sociedad Civil”.
Un acto inconsciente, una mentira piadosa, le habría paso al sentido de propiedad privada sobre la tierra contrariando el derecho que todos los hombres tienen sobre ella por ser un regalo de la naturaleza. El cerebro había descubierto que asesinar era “bueno”. Luego descubriría que robar también lo era. Tomar más de lo necesario para sobrevivir, acumular más de lo necesario para vivir no puede tomar otro nombre distinto al de latrocinio. ¿El cerebro se engañó a sí mismo para sobrevivir?
La ciencia y la tecnología nos ofreció el confort relativo, nacieron las ciudades proto-urbanas y la incipiente civilización se hacía incólume hasta tomar ribetes de paradigma. Eso lo decidió el cerebro por pura y absoluta sobrevivencia. Y con la ciencia y la tecnología surgieron los eruditos que sumados a quienes ya tenían en su poder porciones de tierra y armas constituyeron las primeras élites del poder.
Ya no había necesidad de que todos sembraran la tierra, otros lo hacían en lugar de la mayoría de aldeanos. Con la imprenta moderna inventada por Johann Gutenberg a mediados del siglo XIV, aparecieron los escritores en serie y ya no era necesario que todos escribieran. La prensa escrita ofrecía públicamente sus ediciones para las mayorías que quedaban recudidas al solo rol de lectores. Herodoto escribió la primera historia universal y luego quedó en evidencia que una élite podía escribir a su antojo la historia oficial de cada pueblo, negando, ocultando o ignorando datos reales cercanos a verdad, exagerando hechos, o agregándole mitos, fantasía o irrealismo a los acontecimientos, convirtiendo a bandidos en héroes y viceversa.
La radio le dio poder a una minoría para hablar en representación de todos y muchos pueblos se quedaron sin voz. Con el invento de la televisión, y luego, del cine, casi se había completado el ciclo de la alienación mental de quienes habían perdido su derecho de gentes para convertirse en borregos, masa descartable. Con la TV y el cine, un puñado de hombres detrás de cámaras nos persuadían a través imágenes patrones que uniforman, moldean conductas.
El ciclo de pensar, decidir y actuar protagonizado por una élite en detrimento de las mayorías estaba a punto de cerrarse. Y ocurrió. La Era de las comunicaciones, satelital o de internet, con computador a bordo y dispositivos móviles cerraba con broche de oro y en plena posmodernidad el ciclo del embrutecimiento masivo. Podríamos decir que la “humanidad” se divide abismalmente en dos: una pléyade de hombres poderosos que piensan, deciden y actúan por la otra: una inmensa mayoría que acepta y cree ciegamente.
El proceso evolutivo del cerebro ha pasado por miles de contingencias. Ha leído, ha interpretado y nos ha dado el ser y el tener. Pero cuando se habla de evolución se hace referencia al paso de etapas, situaciones o eventos que van de lo simple a lo complejo.
El cerebro humano tal y como lo conocemos actualmente ha sufrido un proceso de evolución de 2.5 millones de años desde nuestro ancestro más primitivo el Australopitecus africanus. Y se considera que empezó a aumentar notablemente de tamaño a un ritmo estimado de 150.000 neuronas por generación. El cerebro guarda semejanza con la Caja de Pandora, sólo si lo vemos desde la perspectiva de la esperanza o ética del bien. Etimológicamente Pandora viene del lenguaje griego y está compuesta por: el adjetivo pan que significa todo, más un derivado de la raíz de didónai que significa dar.
En ese entendido, Pandora significaría “la que da todo”. Para la elaboración del presente texto significaría el origen de todo, la matriz, la fuente original en donde se encuentra el sentido o sinsentido de los actos buenos o malos. La explicación de lo que la especie humana hace o deja de hacer.
Si se acepta la hipótesis de: la mentira como auto-engaño del cerebro, tenemos que esta ha operado como mecanismo de defensa o instinto de conservación. Ha permitido la sobrevivencia de la especie humana. Le ha salvado la vida al hombre antes de la civilización, no obstante el precio pagado ha sido el asesinato de otras especies animales. La mentira sigue salvando a quienes, “auto-engañándose”, la propalan de manera irresponsable y sin escrúpulos, pero no se detiene en el asesinato, genocidio y robo de quienes son sus víctimas inocentes.
Al parecer no somos tan inteligentes.
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