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La marcha de los indignos

  • Por: Ulises Redondo C.
  • 8 abr 2017
  • 3 Min. de lectura

El 1 de abril los demonios andaban sueltos. Ese infausto día nos trajeron dos tragedias: la infortunada ocurrida en Mocoa y la marcha de los indignos.


El 1 de abril los demonios andaban sueltos por algunas calles de las principales ciudades de Colombia. No andaban sueltos del estómago, aunque pensándolo bien, cualquiera que sufra de stress e intensa preocupación y temor por situaciones adversas que afecten seriamente su “reputación”, o “buen” nombre, su posición económica y su status político puede sufrir síntomas de diarrea crónica.


En ese sentido, podemos decir que los demonios andaban sueltos. “Dejaron” por algunas calles el abominable y nauseabundo estiércol del diablo. Esparcieron un insoportable olor a azufre y excremento que aún está impregnado en el ambiente.



Y no es ahora que andan sueltos. Varios de ellos ya se han defecado el país, en el pasado reciente de Colombia. Pero no sólo son demonios, además, están locos. Es una mezcla de maldad y psicopatología. Yo he visto a dementes depositar sus heces en las vías y otros espacios públicos, pero, al menos, no son conscientes del acto. ¡Claro!, tampoco es extraño que los indignos lo hagan durante una desvergonzada marcha.


Se auto denominan transparentes, limpios, pulcros. Pero en realidad, el hedor a heces y azufre los delata.


Que marchen las víctimas es bueno. Que la marcha la promueva la población civil, excelente. Que marchen contra la corrupción y por una verdadera paz estable y duradera es absolutamente necesario. Pero que marchen los victimarios es un oprobio. Un acto de maldad demencial.


Sin embargo la marcha fue un rotundo fracaso. Movieron 40 mil devotos en toda Colombia. Con ese guarismo, en el hipotético caso que fueran votos de opinión, no alcanzaría para reelegir en el senado a su máximo “líder”. En favor de ellos hay que decir que doña Tula los acompaña y que pueden fácilmente aceitar el clientelismo para arañar con sus pesuñas algunos cargos de elección popular.


Por supuesto no todos los 40 mil marchantes son demonios, la mayoría pertenecen a las iglesias evangélicas que siguen siendo engañados por falsos profetas. Los demonios tienen nombre propio, son ex presidentes, ex procuradores, ex paramilitares… ¡Exorcizados! ¡Sí!, porque además no todas las iglesias han sido colonizadas por la pesuña del diablo. Seguramente muchos buenos pastores y sacerdotes consientes quemaron incienso, en larga vigilia desde la noche del viernes hasta el amanecer del sábado 1 de abril para anatematizar a los demonios.


Los diablos se valieron desvergonzadamente hasta de los símbolos patrios para atraer incautos. Utilizaron, sin sonrojarse, la camiseta de la selección Colombia. Lo correcto hubiera sido que vistieran camisetas con el color de la horrible noche que aún no cesa.


Los indignos endemoniados se midieron electoralmente el 1 de abril, pero les fue mal, aunque para ellos el mal es una especie de piropo, quizá una medalla al “mérito”. Quieren “Enderezar el rumbo de Colombia” como expresan cínicamente. Desean nuevamente, obsesivamente, el solio presidencial para meter debajo de la alfombra todo el estiércol del diablo.



Necesitan estar sueltos y utilizar todo el poder para que liberen a los otros diablos que hoy están presos. Muestran el trinche con actitud amenazante para que dejen sueltos a los que son requeridos por la justicia.


Ahora deben estar mucho más preocupados, con el stress disparado casi hasta niveles de scuatro o scinco. Ahora están más sueltos, quiero decir más cag…, o sea con diarrea crónica. Y no es para menos, el peso de la justicia les está cayendo encima. Se están quemando en su propio infierno, con el agravante que aún no cesa la fiebre que hay veces produce la diarrea.


Ojala se haga un campo santo en la zona de Mocoa donde ocurrió la tragedia y se siembren allí: rosas, margaritas y claveles, para honrar a los compatriotas cuya vida se marchitó intempestivamente por un infortunio de la naturaleza. Que también pongan la cruz del Mesías en sus tumbas. Que descansen en Paz. Porque, en Colombia, la única paz posible es la paz de los cementerios.


Pero no olvidemos que también necesitamos crucifijos e incienso para exorcizar a los demonios que aun andan sueltos.


Después de vario años, algunos no recordarán lo que pasó el 1 de abril. Otros no podremos olvidar que ese día los demonios andaban sueltos y le trajeron dos desgracias a este sufrido pueblo colombiano.

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