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Inequidad, el drama persistente de Colombia

  • Foto del escritor: Redacción Acta diurna
    Redacción Acta diurna
  • 29 mar 2017
  • 3 Min. de lectura

Según el Atlas de la distribución de la propiedad rural en Colombia del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (2012), el 93 % de los propietarios en Colombia controla el 32 % de la tierra cultivable, mientras el 7 % lo hace sobre el 68 %.


En cuanto al poder político, 11 departamentos no cuentan con senadores en el Congreso de la República, mientras que siete concentran cerca del 60 % de la representación parlamentaria, tanto en Cámara como en Senado.


Estos últimos abarcan la mayoría del gasto público y privado, las universidades más prestigiosas, la mejor infraestructura, la gran masa de trabajo formal y una considerable parte del crédito. Son las regiones de las cuales salen los presidentes, los ministros y la clase política tradicional.



Así lo describió Darío I. Restrepo, profesor de la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la Universidad Nacional de Colombia (U.N), durante la primera jornada del evento “Estructuras de desigualdad en Colombia”, realizada el pasado miércoles, y cuya segunda parte se llevará a cabo el próximo miércoles 29 de marzo.


Ese centralismo, según el docente, es la manifestación del colonialismo interno que subsiste en Colombia, el cual concentra el poder en Bogotá, donde se decide sobre la distribución de los recursos, de las competencias locales, la soberanía y la administración.


Más desarrollo industrial y agrícola


Durante el encuentro académico, organizado por el Grupo Controversias sobre Desarrollo de la Escuela de Economía de la FCE de la U.N., el profesor Álvaro Moreno aseguró que la sociedad debe abrir el debate sobre las condiciones requeridas para liderar un crecimiento sostenido y de cambio estructural, que reduzca las desigualdades y responda a las demandas de los sectores populares y de las víctimas del conflicto armado.



Según el docente Moreno, el país debería retornar a la edad de oro de crecimiento (década de los 50 e inicios de los 60), que se caracterizó porque “la tasa de crecimiento del capital deseado se ajustó a la potencial (crecimiento poblacional más tasa de cambio técnico) bajo condiciones de pleno empleo. En ese caso, los salarios crecían con la productividad y la tasa de ganancia permanecía constante)”. Esto se lograba por un mayor énfasis en la producción industrial y agraria.


Orden tributario


Para el profesor Orlando Villabona, uno de los medios para reducir la inequidad es el buen desempeño fiscal, algo que en su opinión no ocurre en Colombia, pues las repetidas reformas tributarias en el país han hecho poco por el desarrollo equitativo.


Hechos como el desmonte del impuesto a la riqueza —que quedó por fuera del proyecto aprobado por el Congreso—, la falta de autonomía de la DIAN, las bajas sanciones y penalidades a los evasores, y el énfasis en tributos regresivos como el IVA agudizan la inequidad tributaria y el deterioro de los ingresos de la población.



En cuanto al impuesto de renta a personas naturales, advirtió que en Colombia su recaudo es muy bajo: por ejemplo, en 2011 representó el 3,8 % del PIB, frente a un 11,5 % de Italia y un 24,3 % de Dinamarca.


Por otro lado, en 2012, las personas más acaudaladas generaron impuesto a la renta tan solo por el 1,2 % de sus ingresos, mientras que los de menores recursos (incluyendo los asalariados) pagaron el 3,0 %, es decir, estos últimos representaron el 250 % de los de mayores ingresos.


Según el profesor William Chaparro, líder del Laboratorio de investigación Espacio, Economía y Poder, uno de los principales problemas en torno a la desigualdad rural es que al sector terrateniente en Colombia no se le puede alzar la voz debido al poder desmesurado que tiene, con apoyo de algunos sectores asentados en el Estado. “Con esa realidad por delante, ¿qué clase de política agraria se podría adoptar en un país con tasas de concentración predial tan desbordantes?”.



Para el profesor Chaparro, la historia de la desagriculturización, o pérdida de la importancia de la tierra, no es la única que puede contarse desde el enfoque territorial. “La otra es la de las victorias materiales de los pequeños agricultores, no en la repartición territorial, debido a la larga tendencia dominante hacía la gran propiedad, pero sí en la producción agrícola, que condiciona cualquier intervención agraria y rural a trabajar con ellos, a integrarlos de manera productiva”.


El investigador señaló que urge discutir el funcionamiento del enfoque territorial porque es el dispositivo de transformación regional y ejecución del primer punto del Acuerdo de Paz: “Hacia un nuevo campo colombiano”. AGENCIA UN.

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