top of page

La máscara y el espejo

  • Por Moisés Pineda S.
  • 14 mar 2017
  • 4 Min. de lectura

Los detalles y las circunstancias en las que sus conmilitones le atribuyen al Alcalde Char las virtudes de Alejandro El Masidóneo, y a Barranquilla la condición de una Ciudad que avanza con pasos agigantados hacia la conquista de metas insospechadas de prosperidad y de bienestar, ofrecen al Mandatario un retrato que lo glorifica, comparable al producto del esfuerzo del poeta que en la fábula de Jorge Luis Borges describe, como en un retrato, la batalla de Clontarf en la que el Gran Rey de Irlanda vence a los Noruegos. Si fuera posible cambiar a La Isla por Barranquilla así terminaría nuestra oda El Pueblerino Trovador en un gran coro:

La Oda de los aduladores Por tu soberbia, hazte dios, desprecia la Historia. Por tu gula, en la euforia, silencia la verdad. Por los espejos de tu vanidad, finge tu propia risa Por el miedo que aterroriza, ahógales su propia voz.


En la fábula borgiana, “El Rey acepta la obra, premia al poeta por su esfuerzo entregándole al vate un espejo de plata como premio”.

Pero, mandamás no está satisfecho con el resultado y le pide al bardo un poema mejor. Le da un año de plazo para hacerlo.



El artista, echa mano de la ciencia y con las Encuestas de la Cámara de Comercio, al año siguiente le entrega una fábula en la que la minuciosidad en los detalles, el agotamiento al identificar todas y cada una de las partes, la interacción significativa entre las mismas, expresadas en porcentajes, tendencias, varianzas, curvas y probabilidades de ocurrencia, concretan “el momento histórico que vive la Ciudad”.

Cuando la sitúan en la perspectiva de sus vecinas, no solo El Rey se siente nimbado sino que Él y la Corte de validos que le acompañan, se sienten transportados a los niveles más altos del éter a donde los eleva una multitud delirante y arrobada por las imágenes que el artista logra trasmitirles más allá de las palabras que coronarían los Académicos con esta epítome.

La Fábula de la Ciencia

Como a Name y al Cura, les sigues los pasos. Como un Vargas Lleras, le vas copiando. Como Samuel, tus yerros los vas cargando”. Como a Julio, del trono te bajarán a sombrerazos.


El Rey extasiado, deslumbrado por la luz de su propia gloria inmarcesible, le dijo: "De tu primera loa pude afirmar que era un feliz resumen de cuanto se ha cantado en Irlanda. Ésta supera todo lo anterior y también lo aniquila. Suspende, maravilla y deslumbra".


El Soberano no está satisfecho con el vaticinio con el que, a modo de moraleja, se cierra la fabulación científica que muestra que “estamos bien pero hay mucho por hacer”.

Sin embargo, no por ello deja de otorgar al rapsoda un espejo de oro como premio, y como pago.


El Rey siente que está llamado a un mayor encumbramiento y le exige a “El Ollán” que asuma la tarea de hacer un tercer y mejor poema.

Necesita una nueva y verdadera obra de arte que muestre el alma, que sea “la revelación” de los más altos destinos a los que está llamado y que la apariencia de la Oda y la estructura de la Fábula no logran mostrar.


Un año después, el vate se presenta ante Él sin un manuscrito, sin un libraco.


Se acercó al Monarca y le susurra al oído: La Verdad.


Cuenta la fábula borgiana que cuando El Príncipe escuchó La Verdad, entró en hondas cavilaciones.

Le entregó al poeta una daga para que cumpliera con el destino de quien ha roto los espejos; que ha acabado con el encanto del sahumerio y con las pretensiones predictivas de la ciencia; un puñal para cumplir con el sino de quien se resiste a asumir la condición de corifeo y el deber de libretista; un estilete con el cual poner fin a la vida de quien se niega a representar el papel del adulador y se resiste a su ascenso al grado de áulico. El sabio tomó el instrumento y se retiró a cumplir con su suerte. La deparada para quien pronuncia La Verdad. “El Rey, en su condición de testigo de la maravilla, ya no puede seguir siendo rey, ni pronunciar lo impronunciable, lo inefable. Su destino será en adelante el de una sombra que deambule sin rumbo.”


Eso fue lo que ocurrió en la Fábula de Borges.


Pero en la realidad que nos ocupa y de la cual somos testigos, otras cosas pasan.

En Barranquilla, igual, El Sabio es desterrado y perseguido hasta la muerte.

Pero, El Rey activa su Corte de Aduladores y de Áulicos y sigue mandando entre Odas y Fábulas. Hasta cuando La Verdad se hace inocultable.

Entonces, al final de sus contados días imperiales, nuestro rey de mentirillas revelará lo que El Sabio le dijo al oído y entenderá que fue uno mismo el poema que empezó a escribirle desde la Oda y que termina en la única verdad dicha en un verso:


La Verdad del Sabio Suicida: “Alejandro, te la estas cagando.”

Comments


© 2017 Acta Diurna  - Línea de atención: (57) 318 3872489 - Calle 45 No 43-30 L. 115 - Barranquilla, Colombia
Contáctenos Aquí
bottom of page