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No hay mejor revancha

  • Por: Joscha Weber
  • 22 ago 2016
  • 2 Min. de lectura

Lo más espantoso eran los rostros. Quien mirara a su alrededor en el estadio Mineirão, de Belo Horizonte, el 8 de julio de 2014, veía espanto, incredulidad, ira y dolor. Con las manos cubriendose el rostro para no ver, ya no podían soportar más y las lágrimas rodaban por los ojos. Ese 1-7 en la semifinal de la Copa del Mundo entre Brasil y Alemania fue un grito de dolor colectivo, el dolor que siente un país que ama el fútbol como ningún otro. “Vergüenza”, dicen muchos brasileños cuando recuerdan ese episodio imborrable de la historia reciente del fútbol. La salvación de una nación en crisis Nada puede deshacer lo hecho. Perder en casa la Copa del Mundo fue una experiencia brutal para la futbolera nación brasileña. Y el torneo olímpico, con su respectiva dimensión, no es una verdadera revancha, pero los Juegos Olímpicos de Brasil ofrecieron la oportunidad de tener una reparación. Al igual que con la Copa del Mundo, los fans exigieron en el torneo olímpico la medalla de oro. Brasil marchó impulsado por la euforia y la voluntad absoluta de hacerlo mejor esta vez, en un torneo cuya final sería disputada nada menos que con Alemania, lo que dio un toque de dramaturgia. Lo que se jugó en el Maracaná fue un juego de nervios: Brasil guiando el partido, Alemania empatando sobre la marcha. Luego alargue y penales. Fue en esa lotería del fútbol donde el héroe trágico de la Copa del Mundo marcó la diferencia: la súper estrella Neymar, que se perdió la decisiva semifinal contra Alemania, convirtió el último penal y redimió a toda una nación con un merecido éxito. Brasil olvida su dolor crónico Después de la venganza de Belo Horizonte siguen varios puntos pendientes: una corrupción que alcanza los niveles más altos, terremoto político, colapso de la economía, crisis del virus zika y el colapso financiero en Río. Por supuesto, que la anhelada victoria en la final de fútbol de los Juegos Olímpicos no puede resolver todos estos problemas, pero influye en la emocionalidad de la gente y la autoconfianza regresa. Un efecto que no se debe subestimar psicológicamente. El dolor crónico del 1-7 de aquella tarde ya está curado. DW.

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