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Del huevo filosofal y otros huevos

  • Por: Moisés Pineda
  • 31 may 2016
  • 2 Min. de lectura

Sin lugar a duda que "Huevo" es uno de los términos más equívocos del lexicón costeño y, más recientemente, cabalgando sobre el proceso de "calentanamiento" del páramo, se ha incorporado con decenas de significados, diversos y hasta divergentes, en el modo de comunicarse los colombianos para decir innúmeras vainas. Igual lo son los términos Paz, Guerra, Beligerante, Conflicto, Política y sabrá Dios cuántos vocablos quedan por fuera cuando , por fuerza de la aspiración de salir de este más que centenario atolladero cultural y económico, nos desbocamos en hablar acerca de lo que pasa con La Paz en Colombia. Por eso, cuando abocamos el análisis de lo acaecido con la Periodista Salud Hernández-Mora la semana anterior, es importante saber si estamos hablando del inasible Huevo Filosofal, del imposible Huevo del Gallo, de los inexistentes Huevos de Dinosaurio; del complejo e indigesto preparado de los Huevos de Narcobollo, del irrelevante Huevón del Curso, del minúsculo Huevo del Colibrí, de la medida que tasa en despreciable lo que Vale Huevo, del peligroso Huevo de la Serpiente o del común y silvestre Huevo de la Gallina. Es importante definirlo antes para saber de qué estamos hablando y, de esta manera, reducir el riesgo de terminar discutiendo sobre lo inasible, lo imposible, lo inexistente, lo irreal o lo irrelevante en el imaginario popular, cuando debiéramos hacerlo sintonizados con lo complejo y delicioso, pero peligrosamente indigesto, del preparado que se expende diagonal a "La Franja de Gaza" que es la calle 85 que sirve de límite entre un restaurante Sirio Libanés y el Club Social Israelí. Son los Huevos de Narcobollo. Un revoltijo en el que los expertos en culinaria incorporan lo saludable y criollo del maíz, la cebolla y el tomate, con lo cancerígeno de los nitratos del chorizo español. Entonces, es útil empezar por afirmar que lo sucedido con la periodista hispano colombiana tuvo como "escenario inestable", el territorio en el que los Actores del Conflicto Armado Interno (ejército/ policía colombiana y las Guerrillas del ELN y las FARC), bajo un mando unificado y responsable, desarrollan acciones armadas de manera continua y concertada (planificada), los unos contra los otros. Debemos, además, tener claro que tanto el gobierno como la guerrilla, buscan ejercer control territorial e influencia social como condición para aplicar su propio sistema normativo y así controlar el comportamiento de la población, la generación de riqueza (legal o ilegal), el uso y la distribución de los recursos disponibles, al modo de un poder público tolerado, aceptado o impuesto. Si esto es así, entonces debemos entender, y aceptar, que en esas condiciones de inestabilidad y de disputa armada, las relaciones entre combatientes y civiles/ no combatientes, se regulan por una preceptiva internacional conocida como el Protocolo II de los Convenios de Ginebra, a la cual el Gobierno Colombiano adhirió, que el Congreso Colombiano ratificó y que incorporó al ordenamiento interno mediante la Ley 171 de 1994. Esa Normativa, conocida como Derecho Internacional Humanitario, es la que se aplica y no el conjunto de leyes un conforman el Código Penal Colombiano. Si sobre tal condición no hay acuerdo, es casi imposible avanzar en un debate en el que, finalmente, unos hablan en sánscrito y otros en Espanglish. Los unos una Lengua Muerta y los otros una que emerge en la marginalidad.

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