Las oportunidades pasan
- Por: Moisés Pineda
- 25 abr 2016
- 2 Min. de lectura
Pudo haberse hecho un esfuerzo colectivo para generar una matriz para la Regionalización del Caribe y no se aprovechó. Así fue en estos meses dedicados a la elaboración, socialización y ajustes a los Planes Territoriales de Desarrollo y a su armonización con los Programas de Gobierno de los nuevos mandatarios. No se aprovechó. Pudimos haber identificado un conjunto de problemas supradepartamentales que convocara a los Departamentos y a los Distritos del Caribe a conformar una Región Administrativa y de Planeación, y no lo hicimos. Ni siquiera el breve rifirrafe suscitado entre Atlántico y Barranquilla con Bolívar y Cartagena por la Sede de los Juegos Nacionales, les permitió a los implicados ver la secuencia de eventos que desde hace veinte años les viene indicando que actuando de manera coordinada nos puede ir mejor en materia deportiva, de desarrollo y de especialización en infraestructura, que compitiendo ruinosamente los unos contra los otros para nunca poder subir más allá del quinto lugar en el ranking nacional. En 1991, con ocasión de haber sido otorgada a Barranquilla la Sede de los XIV Juegos Nacionales, a los que entramos de octavos y salimos con un bochornoso decimocuarto lugar, insistía en que la coordinación y la especialización podían suplir las debilidades, unas veces económicas, otras de biotipo y otras de cultura, de las que sufrimos los departamentos de la Costa Caribe. En aquella época, como hoy, me angustiaba ser testigo de excepción y constatar en mi condición de Secretario del ramo, la manera en la que se desperdiciaban los talentos beisboleros en el Sur del Atlántico porque no alcanzaban a articularse con los circuitos deportivos barranquilleros que estaban más preocupados por el softball, ni tampoco podían hacerlo con sus vecinos de Arenal, Calamar, Villanueva y Cartagena por estar bajo la jurisdicción de Bolívar. La liga atlantiquense, en medio de su precariedad económica, armaba un equipo con lo que parían Barrio Abajo y Montecristo y salía a recibir la condigna palera frente a Bolívar, Córdoba, San Andrés y, hasta de Antioquia. Alguien encontró alguna sensatez en lo que decíamos los varios que así pensábamos. Lo hacíamos basados en la estructura exitosa de los Juegos Intercolegiados Nacionales de entonces. El hecho de ser, al mismo tiempo Secretarios de Cultura, de Recreación y de Deportes, y amigos personales entre nosotros, nos ayudaba a ver el asunto de conjunto. Efectivamente, la Sede de los XIV Juegos Nacionales de 1992, fueron las Ciudades de Barranquilla, Cartagena y Santa Marta. Las tres. Pero, a pesar de aquel antecedente de colaboración, complementariedad y especialización, esta vez pudieron más las rivalidades regionales que la excelencia y las tradiciones locales. Pudieron más que la racionalidad económica y que la conveniencia política. Pudimos haber estructurado un evento Nacional, otro Panamericano y otro Centroamericano actuando regionalmente, de manera coordinada, aprovechando la cultura, la tradición y la infraestructura de excelencia de cada ciudad y departamento, que no distan a más de un par de horas los unos de los otros. No lo hicimos. Tal vez por no saber decir las cosas. Quizás por no ser capaces de hablar en términos de “nosotros”.
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